En estos días de elecciones, el periodista Aldo Mariátegui (el mismo que en los días de pronunciamientos en favor del pueblo palestino en la Franja de Gaza criticó a la cancillería con frases como estas: "Esos pueblos se vienen matando hace milenios, Posiblemente se maten por varios siglos más. No es nuestra bronca, así que no nos comamos pleitos ajenos.") Aldo Mariátegui se ha referido, en varias oportunidades, al pueblo peruano votante como "el electarado" o sea el elector tarado.
Steven Levitsky, politólogo, colaborador de La República, el domingo 5 del presente en su artículo "Elecciones y tarados", le sale al frente efectuando un análisis de las razones por las que los peruanos "votamos como votamos". Aquí los párrafos más relevantes.
"Despreciar al electorado es poco democrático. Implica que algunos ciudadanos (casi siempre, de menores ingresos) no son competentes para votar.
Steven Levitsky, politólogo, colaborador de La República, el domingo 5 del presente en su artículo "Elecciones y tarados", le sale al frente efectuando un análisis de las razones por las que los peruanos "votamos como votamos". Aquí los párrafos más relevantes.
"Despreciar al electorado es poco democrático. Implica que algunos ciudadanos (casi siempre, de menores ingresos) no son competentes para votar.
Puedo no compartir las preferencias electorales de un conservador de
Texas, pero al llamarlo tarado estoy diciendo que hay una opción
electoral objetivamente “correcta” (la mía), y que la de mi compatriota
no es legítima.
En vez de despreciar al electorado peruano, sería mejor estudiar por qué la gente vota como vota.
Primero, el electorado peruano es diverso. Perú es un país
heterogéneo y bastante desigual, con grandes diferencias sociales,
culturales, y regionales. Esa diversidad influye sobre el voto.
La experiencia de crecer y vivir en Huancavelica, Ilave, Yurimaguas, o
San Isidro genera distintas identidades, expectativas, e intereses, y,
por supuesto, ideas políticas.
Otra característica del Perú contemporáneo es la irracionalidad del voto
programático. Para muchos, el voto programático –votar por el
candidato que propone implementar las políticas públicas que uno quiere–
es lo más racional e inteligente. Pero en el Perú es casi imposible.
El voto programático requiere que el electorado (1) tenga información
creíble sobre las diferencias programáticas entre los candidatos y (2)
confíe que el ganador cumplirá con su programa.
Estas condiciones no existen en el Perú. Primero, hay demasiada
incertidumbre. El votante peruano enfrenta un enorme cantidad de
candidatos (16 en Puno, 19 en Áncash). Casi todos son personalistas,
sin partido o programa claro.
Y como la mayoría de los “partidos” son nuevos y nunca han gobernado, el electorado no sabe cómo gobernarán. Ante 19 candidatos sin trayectoria partidaria o programa coherente, el votante enfrenta mucha incertidumbre. Siente como si estuviera lanzando dardos en la oscuridad. Otro factor que mina al voto programático es la desconfianza. Los peruanos no creen que los candidatos vayan a cumplir con sus programas. No porque sean desconfiados por naturaleza, sino por una razón muy sencilla: los candidatos no cumplen con sus programas.
Y como la mayoría de los “partidos” son nuevos y nunca han gobernado, el electorado no sabe cómo gobernarán. Ante 19 candidatos sin trayectoria partidaria o programa coherente, el votante enfrenta mucha incertidumbre. Siente como si estuviera lanzando dardos en la oscuridad. Otro factor que mina al voto programático es la desconfianza. Los peruanos no creen que los candidatos vayan a cumplir con sus programas. No porque sean desconfiados por naturaleza, sino por una razón muy sencilla: los candidatos no cumplen con sus programas.
Lo mismo ocurre con la corrupción. Los candidatos que prometen “hacer
las cosas bien” ya no son creíbles. ¿Por qué? Tal vez porque los
últimos tres presidentes de la República han sido condenados (Fujimori) o
denunciados (García, Toledo) por corrupción y 22 de los 25 presidentes
regionales actuales afrontan denuncias por corrupción.
Concuerdo, entonces, con Carlos Meléndez: el votante peruano no es ni
irracional ni estúpido. La gente vota por muchas razones, basado en
diversas identidades, intereses, y expectativas. Podemos no compartir
las preferencias del electorado en Cajamarca, Puno, o San Isidro, pero
negar la legitimidad de estas preferencias choca con los principios
básicos de la democracia."
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