jueves, 4 de diciembre de 2008

Cuento: "La pizarra abrigadita" de Danela Maza



En un salón de clase estaba la pizarra. Era grande, reluciente, muy lisa, de color verde brillante.
Un día un niño alto y gordo se acercó con una almohadilla anaranjada y en un tris borró todas las palabras que la profesora y los niños habían escrito en ella y entonces la pizarra quedó temblando de frío, se sintió desnuda y se dijo:
-¿Por qué este niño borró las palabras que habitaban en mí? Ahora tengo frío, no sé con qué taparme, siento que me estoy resfriando, me voy a enfermar, ¿qué hago? -se preguntaba llorando.
En ese momento pasaba Catalina, una tiza de color verdecito claro, muy bien vestidita. Se dirigía a la banca cerca de la pizarra cuando sintió que caía a su linda falda, una gota grande de agua. Algo molesta dijo:
-¡Qué gota para tan grande! ¡Me ha manchado el vestido!
Se quedó mirando su falda y entonces se dio cuenta:
- Parece una lágrima ¿quién está llorando?
Miró hacia arriba y vio que su amiga, la pizarra, estaba muy triste, Se compadeció de ella, no pensó más en su vestido y preguntó:
-¿Por qué lloras amiga mía? ¿Qué tienes? ¿Te han pegado?
Y la pizarra muy triste, con voz entrecortada, respondió:
- Es que un niño alto y robusto ha borrado las palabras que me abrigaban y ahora tengo mucho frío.
La tiza miró sus lágrimas y su dolor.
- Ahorita vengo, no te muevas de aquí, quédate quietita.
Y se fue corriendo, a ver a sus amigas para que le ayudaran a solucionar este enorme problema. Ahí estaban: las ticitas blancas como enfermeras, la tiza roja, la azul como el mar, las amarillas soleadas, todas, unas enteras y otras partidas pero siempre listas para ayudar.
Catalina les contó lo sucedido y ellas decidieron ayudarla, pero… había un problema. Todas, inclusive las altas no podían alcanzar a la pizarra, porque era demasiado alta.
En eso la almohadilla, que usaba anteojos de vidrios azules dijo entusiasmada:
-¡Ya sé! hay que esperar que venga Ramón, el hijo de don Raúl, el señor de la limpieza, para animarlo a escribir algo en la pizarra.
Una tiza lila que recién había llegado preguntó:
-¿Quién es Ramón?
-Es un niño solitario, él sufrió un accidente y se quedó solo con una pierna, anda en muletas. Viene por las tardes acompañando a su papá. Y le gusta dibujar y a nosotras nos encantan sus dibujos porque además los acompaña de palabras muy lindas.
- La cuestión es que siempre dibuja en papeles.
-¿Cómo haremos para que se anime a dibujar y escribir en la pizarra?
-¡Ah, ya sé!- dijo la siempre lista, tiza roja.
-¿Qué propones?- dijeron varias a la vez.
- Busquemos a los lápices y digámosles que se escondan.
Y así fue. Les contaron la pena de la pizarra y los lápices corrieron a esconderse.
Decidieron colocarse en el piso para que el niño las viera y cogiera.
Y llegó el momento, Ramón ingresó. Vio que todo estaba en silencio, se sentó en una silla y comenzó a cantar. Las tizas sonreían oyéndolo, a ellas también les gustaría cantar. La pizarra sintió que el frío disminuía.
Media hora estuvo cantando y las tizas media hora esperando, hasta que a Catalina, la tiza verde claro, se le ocurrió jugar a las rodaditas y entonces Ramón las vio.
- ¡Qué lindas tizas! ¡Y hay de todos los colores! ¡Dibujaré algo y escribiré frases hermosas!
Dejó a un lado su muleta y apoyándose en la pizarra dibujó una casa, a un señor, su esposa y tres niños y escribió: “Que haya unión en las familias”.
Se ubicó al centro de la pizarra y dibujó a niños abrazándose y escribió: “Yo quiero tener un millón de amigos” y más abajo colocó: “Que siempre exista la amistad”.
Y siguió dibujando: paisajes, niños, hombres y mujeres, maestros, policías y fue escribiendo: “Seamos honestos”, “Nunca te olvides de los pobres”, “¿Por qué nos olvidamos de los minusválidos?”, “Cuidemos la tierra” y “Dios nos ama”
Y así fue escribiendo y dibujando hasta llenar la pizarra que, a medida que el niño pintaba, sentía cosquillas y un calorcito suave que la abrigaba y la iba llenando de contento.
Atardecía, Ramón escuchó a su papá llamándolo, cogió su maleta, miró la pizarra y sonrió satisfecho. Las tizas, lucían más chiquitas pero estaban felices, un brillo salía de sus poros.
-Misión cumplida- dijeron. Ahora sí dormiremos tranquilas.
Al día siguiente los niños de tercer grado se preguntaban: ¿quién hizo este dibujo? ¿quién escribió estas palabras? Y cuando la profesora llegó dijo:
-¡Qué bellas pinturas! ¿Qué les parece si hoy comenzamos la clase leyendo imágenes? Y todos estuvieron de acuerdo. Y dialogaron mucho y acordaron que cada día amanezca la pizarra con un nuevo dibujo.

Danela Maza Sandoval
6to grado.

lunes, 27 de octubre de 2008

Dulce mandarina


¡Qué miedo cada vez que cambiaba de colegio! ¿Y si las niñas no me quieren? ¿Y si me rechazan ¿ Me pondrán apodos?¿Y si me gritan como en el otro colegio: “allá va la coja” ¿ Y si nadie se sienta a mi lado? Qué problema este de ser cojita. ¿Por qué cojeas? ¿Así has nacido? Y yo... teniendo que responder. Ya estoy cansada de dar explicaciones. Y me da rabia sentir miedo. A mi papá siempre lo cambian de lugar. Es militar, teniente del cuartel, trabaja en el ejército. A veces ya he logrado hacer amigas y de repente nos vamos a Tumbes, o vamos a tal o cual lugar.
Ahora un nuevo colegio. El aula está hecha un alboroto. Yo entré y todas se quedaron mudas, miraban mi pierna. Las carpetas estaban ocupadas, menos mal que hay una libre en el rincón. Fui hacia allá. Recién me sentaba cuando sentí que caía una bola de papel sobre mi cabeza y una risita. Seguro que estaba colorada porque la cara me ardía.
Felizmente llegó la maestra y todas hicieron silencio. Se llama Roxana y por lo que oí decir a las niñas de mi costado, es muy estricta. Antes de empezar la clase dijo que debíamos estar muy atentas. Se dio cuenta de las bolas de papel en el suelo, llamó a unas niñas de atrás y las hizo recoger, luego dio un sermón como de diez minutos.
Tocó la campana de recreo, yo demoré en salir, otra vez el miedo. ¿Y si decían que por mi culpa las habían reñido? Bueno, no me podía quedar en el salón. Agarré mi lonchera y salí. La profesora avanzó detrás de mí. Me dijo: “Ahí en esa banca puedes sentarte a comer tu fruta”. Se sentó a mi lado, sacó una mandarina de su bolso, me invitó unas tajadas. No es bonita pero tiene una gran sonrisa. “Yo tengo una hija que tuvo un accidente, también cojea un poquito, como tú”. Yo le pregunté cómo se llamaba. Rita, me dijo, ya tiene trece años. Quería preguntarle más cosas pero alguien la llamó. Ella se levantó y me dijo: ¿Quieres ser mi amiguita? Yo le dije que sí. Me dio un gran abrazo como de mamá y se fue. Saqué mi mandarina de la lonchera y qué dulce, qué dulce estaba mi mandarina.
Después de recreo teníamos mate. Entró un profesor, serio pero amistoso. A mí me gustan las matemáticas desde chiquita. Me concentré y cuando el profesor dejó la batería de ejercicios, yo avancé y avancé, terminé rápido. Mi compañera me observaba y yo veía que ella no avanzaba. ¿Quieres que te explique? le dije, bajito. Sí, dijo ella. Se llama Tania y es pequeña y gordita. “Sabes bastante, eres inteligente”.
El profesor empezó a llamar a la pizarra, salieron varias niñas. Cuando llegó el quinto ejercicio nadie levantó la mano. Yo no sabía si salir o no cuando Tania dijo: “ella, profesor, la niña nueva ya lo hizo”. No sé cómo avancé a la pizarra, todas me miraban. Lo fui haciendo, algo temblorosa, pero terminé. Bien, dijo el profesor, muy bien, niña. Es correcta la respuesta.
No sé tampoco cómo serán los demás días pero no importa, ahora el miedo se ha ido y yo estoy contenta con mi amiga Tania, mi maestra Roxana y mi profe de Matemáticas.

Cinthia Laura Eulogio
4º de Sec.

jueves, 23 de octubre de 2008

¡Felicitaciones!

Desde este blog felicitamos a dos de nuestras compañeras del "Taller de expresión oral y escrita para el liderazgo" que se han hecho merecedoras del primer y segundo puesto en el V Concurso "Rescatando valores sobre la vida y obra de don Miguel Grau Seminario" convocado por el ICPNA- Región Grau. A continuación los poemas de su creación y que les hicieron merecedoras de sendas becas de estudio en esta prestigiosa institución.
Noble caballero, Miguel Grau

Estoy mirando
otra vez tu imagen
noble caballero,
don Miguel Grau.


Piurano navegante,
¡Como tú,

no hay otro igual!
En difíciles momentos
salvaste la dignidad
de la patria que dolida
reclamaba unidad.

¡Caballero de los mares,

mensajero de la paz!
Al enemigo trataste
con honor y humanidad.

Cuando en el Huáscar

volaste
directo a la eternidad,

a los peruanos dejaste
mil lecciones que imitar.


En la guerra
y en la paz
Miguel Grau, siempre serás:
luz,
ejemplo y dignidad.

Katherine Gutiérrez

6º grado
Ganadora del primer puesto.


Marino heroico

Está aquí
con nosotros,
en nuestro corazón bicolor,
la imagen del guerrero
llamado Miguel Grau.

Peruano excepcional,
marino heroico,
político honesto,
fuiste grande como ninguno.

Agigantado en el Huáscar
peleaste por nuestra patria
y como un tigre herido
salvaste al país
de la vergüenza y el dolor.

Hoy
te rindo este homenaje,
Almirante Miguel Grau,
déjame contagiar
tu sabiduría ejemplar
para así, poder lograr
una patria sin igual.


Danitza Oviedo
6º grado
Ganadora del segundo puesto
.


jueves, 25 de septiembre de 2008

sábado, 6 de septiembre de 2008

martes, 2 de septiembre de 2008

Poema : ¡Gracias, Perú!


¡Gracias, Perú!




















¡Perú!

¡Cuánta hermosura
hay en tu alma contenida!
Eres
el canto de las aves,
el sonido de los ríos
que jubilosos y bravíos corren,
el aroma esparcido por multitud
de flores.
Eres el blanco resplandeciente
de tus nevados
y el verde intenso de tus bosques.

Por ti vivo,
en tu manto me refugio
y de tu vientre generoso
me alimento,
me nutro y fortalezco.
Me envuelvo en tu grandeza,
en tu silencio,
en tu vitalidad
y en tu fuerza

Llevaré en alto tu nombre
donde quiera que vaya.
En mi mente estás grabado
y en mi corazón bicolor
sólo hay admiración,
esperanza,
y amor
para ti, patria querida,
amada nación,
¡Gracias, Perú!

Ester Távara Cornejo.
3º de Sec.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Cuento: "Los sueños de Magnolia"

Los sueños de Magnolia

Entre cántaros de chicha y exquisitos platos de ceviche de peje blanco y caballa vivía Magnolia. Era huérfana de padre y madre, no tenía hermanas ni hermanos. No valía la pena recordar aquella triste y trágica noche en que sus padres la dejaron sola en este mundo, pensaba Magnolia. Ya no importaba, ella sola se valdría de sus propias fuerzas para salir adelante, a pesar de los diarios maltratos de su terrible tía. Bueno la tía era insufrible pero muy buena cocinera y de ella había aprendido todos los secretos para que el cebiche y las jaleas de pescado queden en su punto. Además de heredera de la rica sazón de su tía, Magnolia era buena moza a tal punto que atraía la mirada de todos los jóvenes jibitenses.
-Vamos, donde la Magnolia a comer un cebichito, tiene unas manos especiales para prepararlo.
-Ya vienes con esas cosas de que la Magnolia cocina rico ¿no será por ir a verla? Por cierto, está buena la muchacha.
- Y está solita, no tiene a nadie a su lado para que le haga compañía.
Al llegar a la cevicheria los chicos admiraban a una Magnolia agraciada y buenamoza que además los atendía con una gran sonrisa.
- Hola Magnolia, cierto que todavía no encuentras novio.
-Ya pues Magnolia no nos hagas sufrir más, escoge y acaba con este sufrimiento.
El rostro de Magnolia se ensombrecía, pero disimulaba su pena, porque ella no aspiraba en esos momentos a tener novio. Se había matriculado en la vespertina y mientras tostaba el maíz serrano y escogía las zarandajas recordaba la clase anterior.
-Diosito, qué mundo tan hermoso el de los libros, si pudiera estudiar sin tantos sustos qué feliz sería- se decía a sí misma.
Lo del colegio fue gracias a Blanca. Justo, el día de su cumpleaños, entró a la picantería una chiquilla con un tupido mechón que casi cubría sus ojos, miraba extrañamente la sala y parecía gozar del olor que salía de la cocina.
- ¿Tú, trabajas aquí?-le preguntó.
Y Magnolia, algo sorprendida dijo:
- Sí, desde hace tiempo, ¿cómo te llamas? Yo no te he visto antes por aquí.
- Me llamo Blanca y sé lo que es trabajar en una cebichería. Desde los 8 años ya trabajaba en una para ayudar a mi abuelita, por eso extraño mis cebichitos y he venido a comerme uno.
- Ahorita te traigo uno para que te chupes los dedos ¿por qué mejor no te acomodas mientras yo lo preparo?
Y así fue cómo las dos se hicieron amigas. Después, Magnolia se enteró de que la patrona de Blanca era maestra y la había matriculado en la vespertina.
-Pero yo no quiero ir. Me da vergüenza, que no sé nada y tan viejota que estoy y recién voy a aprender- le había dicho
-¡Cómo pudiera yo estudiar!- dijo suspirando, Magnolia.
- ¿Y por qué no has de hacerlo? Si quieres yo te acompaño. Mañana vengo a eso de las seis.
Y así fue como lo decidió. Cuando se lo dijo a su tía, pegó el grito al cielo.
- Cojudeces, pa´ qué te va a servir el estudio, eso no da de comer, pero allá tú, lo único que ¡no me descuidas el negocio! ¿me oíste?
Un día la encontró concentrada en una lectura y de un solo manotazo hizo volar el libro de sus manos.
- ¡Ociosidades! Leendo como señorita y justito cuando nos ha salido competencia.
La competencia era doña Cándida Rodríguez una mujer grosera. A Magnolia le causaba miedo por las miradas terribles que le dirigía. Había contratado a cuatro mocitas loretanas, muy atractivas, decían que eran de la selva.
La tía se ponía rabiosa cuando le mencionaban a doña Cándida y exclamaba:
- Ella cree que porque sus mozas tienen bonita cara me va a ganar la clientela ¡ja! A mí nadie me gana haciendo jaleas y cebiche.
Y así fueron trascurriendo los días, entre platos y tareas escolares hechas a escondidas.
Un día se rompió la normalidad. Su primo, el joven hijo de la tía, había llegado con unas copas de más y al ver que Magnolia estaba cocinando, dándose cuenta que su madre no estaba, trató de tocarla; pero de golpe Magnolia se acordó de las palabras que su tía siempre le decía:
- Cuídate de los clientes, unos son unos mañosos, confianzudos y si alguien te quiere faltar el respeto aséstale un golpe con lo que sea, nua de faltar un palo o un ladrío.
Así que con la gruesa cuchara de palo con que movía el arroz, lo golpeó fuertemente, una y otra vez .Tan asustada estaba la pobre que salió corriendo mientras su primo se retorcía de dolor.
La tía no la supo entender, se puso de lado del hijo y ese fue motivo para despedirla definitivamente de la casa.
Ahora trabaja en una casa, cerca de donde Blanca. Ella le consiguió el trabajo y les dijo a los señores que buscaban una cocinera:
-Tengo una amiga que cocina riquísimo, pero eso sí, quiere que la dejen estudiar.
Magnolia lleva ya diez meses con esta familia. Va a la escuela vespertina y sueña con ir a una escuela técnica y tener, algún día, un negocio de comida criolla, en sociedad con Blanca y otras amigas de la vespertina.

Iris Palacios Carbajal
1º de Sec.

lunes, 25 de agosto de 2008

Cuento: "Entre libros y pastelitos"

Entre libros y pastelitos

Cada vez que voy a dejarle la comida a mi papá en el taller donde trabaja, arreglando carros, a eso de la una de la tarde, paso por la calle del barrio donde viví. Y no puedo evitarlo, siento curiosidad, deseo visitar a la familia que actualmente habita en el que fue mi hogar y preguntarles, no sé, muchas cosas, cómo se sienten estando allí.

Tantos recuerdos inolvidables para mí, guarda esa casita de paredes blancas y techo de eternit. Sobre todo aquellos asociados a la imagen de mi mejor amigo.

Desde que tengo uso de razón admiraba a mi abuelito Manolo, a mi papito, como le acostumbraba llamar.

Yo vivía con él, junto a mi papá, mi mamá y mi hermanito. Y aunque como en todas las familias, no faltaban los problemas, vivíamos tranquilos y felices. Él era mi confidente, mi consejero personal.

Todos los días cuando llegaba del colegio me recibía con un fuerte abrazo y un enorme beso, yo lo quería tanto como él a mí.

Era un amante de la lectura y creaba historias de fantasía, de terror, de misterio y de amor pero las que más me gustaban eran las risueñas y graciosas porque me hacían reír mucho.

Un día se le ocurrió que juntos crearíamos un relato de su vida y como a mí me gustaban esas cosas le dije que estaría muy contenta de trabajar con él. Entonces empezamos a escribir los sucesos más importantes de su historia personal.

Disfruté mucho de cuando se escapó a Lima a buscar trabajo para tener un mejor futuro. Decía que, en esos momentos, se sentía un superhéroe luchando por su vida en las calles capitalinas, venciendo el hambre y la soledad.

También me encantó cuando escribimos sus aventuras de amor con diferentes chicas.

Entre risas, juegos y carcajadas finalizamos la novela de su vida.

Yo le di la idea de que sacara diferentes copias y les entregara a cada uno de sus hijos para que la conservaran. Al poco tiempo, lo hizo. No sé si mis tíos conservarán los ejemplares, el que a mí me dio lo he forrado con un papel dorado y lo conservo entre mis tesoros personales.

Cuántos momentos felices pasé junto a él, nos entendíamos a la perfección, éramos el dúo perfecto, el siempre me repetía:

- Eres una buena chica, siempre te querré y mucho.

Cuando me lo decía, yo lo abrazaba fuerte y asomaba en mí el temor de que algún día mi abuelito falleciera. Luego se lo decía y él se reía y me hablaba convenciéndome de que la muerte solo es un sueño profundo.

A medida que iba transcurriendo el tiempo yo iba creciendo, queriendo más a mi abuelito, bueno, abuelo, porque nunca le gustó que le digan abuelito ya que esa palabra lo volvía viejecito.

Hasta que llego el trágico momento.

Yo aquel día me había levantado muy temprano por un solo motivo, era el cumpleaños de mi papito Manolo y quería junto a mi hermanito sorprenderlo.

Estábamos despiertos desde las cuatro y media de la mañana preparándole la sorpresa y esperando a que se levante, pues el siempre acostumbraba a levantarse a las seis de la mañana, a leer sus libros de colección que guardaba en un viejo armario junto al sofá de la sala.

Sentados en el comedor, teníamos delante nuestro regalo, una enorme bandeja de pastelitos, esos dulces que tanto le gustaban y que habíamos preparado siguiendo la receta que nos dio mamá.

En ese momento vimos cómo el abuelo bajaba las escaleras .Entonces corrimos a abrazarlo fuertemente diciéndole ¡te queremos mucho; que pases un feliz cumpleaños!

Emocionado se dirigió a nosotros con las palabras bonitas que siempre usaba y que guardo en mi corazón:

-¡Hijitos, estoy muy contento de ser su abuelo, de veras que sí!

Y lo decía con mucha emoción mirándonos a los ojos, yo sentí unas ganas tremendas de darle un beso…entonces prosiguió:

-¡Tienen mucho futuro por delante y muchas metas por cumplir , lo único malo es que para cuando estén grandes de repente yo ya no estaré y no podré verlos realizados, todos unos profesionales!

Yo lo interrumpí diciendo:

-¡No digas eso; nosotros también te queremos mucho, y no dejaremos que te pase nada! ¡Mejor comamos los ricos pastelitos que te hemos preparado!

Él aceptó y ya nos disponíamos a sentarnos a la mesa, cuando dijo:

-¡Antes de comer, iré a comprar un sobrecito de café para acompañar al pastelito!

Nosotros sin decir nada nos miramos y asentimos. ¡Algo se nos escapó!

Unos minutos después de que saliera de la casa, escuché un fuerte ruido...

Entonces sin poder contenerme salí corriendo a la puerta a ver qué pasaba. Nunca olvidaré el cuadro trágico que visualicé. Mi abuelito estaba tirado en medio de la pista. Desesperada corrí hacia él. Lo cogí entre mis brazos y llorando pedí auxilio.Una señora se acercó y me dijo:

-¡El conductor se dio a la fuga!

Casi no reparé en sus palabras, en ese momento lo único que me importaba era su salud.

Llegaron mi papá, mi mamá. Mi mamita, al verlo, se desmayó. Luego llegó la ambulancia, lo subieron en la camilla y se lo llevaron .Por más que supliqué no me permitieron ir con ellos.

Sin reprochar, casi muda, me quedé parada en medio del grupo de personas que me rodeaba.

Entré a mi casa y me senté en el sofá a esperar noticias.

No recuerdo en qué momento escuché el timbre del teléfono, lo único que recuerdo es que al levantar el fono mi papá me dio la terrible noticia: el abuelito murió.

Yo no lo podía creer, y sin contener el llanto las lágrimas brotaron de mis ojos. Me encerré en mi cuarto con el corazón destrozado.

Al día siguiente me levanté, tenía la esperanza de que todo hubiera sido una pesadilla pero al asomarme a la sala observé el ataúd y a toda la familia vestida de negro. Nuevamente no creía lo que veían mis ojos. Corrí a los brazos de mi papá, lo abracé y le dije cuánto lo sentía. Él me respondió que hay momentos en la vida en que se pone a prueba nuestra fortaleza y que ése era uno de esos momentos.

A los dos días enterramos a mi abuelito en el cementerio de la ciudad.

Seis meses después nos mudamos a otra casa. Yo no hacía más que pensar en los momentos felices que pasé con mi papá Manolo.

Conservo sus libros en una caja de cartón que forré con especial cariño y los muestro a quienes me preguntan por él, diciéndoles que siempre llevo en mi corazón, a mi mejor amigo, mi abuelito Manolo.

Prisley Burgos Forfuí

3º de Sec

martes, 19 de agosto de 2008

Cuento: Una historia de conejitos

UNA HISTORIA DE CONEJITOS

Un día sábado estando en la casa de mi abuelita le rogué a mi papá que me comprara dos conejitos. Lo hice muy bien porque me llevó donde su amigo Martín, un señor que vende conejitos y me dieron a escoger entre varios de ellos.
Escogí a los dos más lindos, ya tenía pensados sus nombres, se llamarían Cielo y Rabito. Eran hermosos, de color blanco como la nieve, parecían dos motitas y su pelaje era suave como el algodón. Los llevé a la casa de mi abuelita para enseñárselos, les compré lechuga, tomate y zanahoria.
Llegó la noche y me tuve que ir a casa. Se los enseñé a mi mamá, les arreglé un espacio en el corral y me fui a dormir.


Al día siguiente corrí a verlos, estaban muy contentos corriendo por todo sitio.
Así pasaron los días, los meses y me fui encariñando con los conejitos. También mi hermanito jugaba con ellos y los abrazaba tiernamente.
Una mañana, mi mamá me dijo que mi hermanito mucho los cargaba y le iba a hacer mal, podía contagiarse con una enfermedad y que lo mejor sería venderlos.
Ya se imaginan cómo me sentí, estaba terriblemente afligida. Cómo era posible que mi mamá fuera a venderlos como si fueran papas, verduras o zapatos. ¿Es que ella no se daba cuenta de que mis mascotas eran como mis hijitos, mis bebés? Por ellos, yo que siempre he sido dormilona, me levantaba muy temprano para lavar las lechugas y zanahorias antes de darles de comer, barría y limpiaba su casa…No era posible que me arrancaran así a mis mascotas y justo ahora que la conejita iba a tener sus crías y cuando yo estaba preparando todo para el alumbramiento, no, no era posible…pero mis lágrimas no conmovieron a mi mamá.
-¿No quieres a tu hermanito? ¡Hazlo por él!
Entonces yo hubiera querido que tuviéramos una casa más grande, o que viviéramos en el campo para no tener que desprenderme de Cielo y Rabito.

Frente a nuestra casa hay una construcción y mi mamá le dijo a don Teodoro, el vigilante, si quería a los conejitos. El señor dijo que sí porque tiene dos hijas y les encantan las mascotas. Mi mamá le contó que la conejita estaba preñada. El señor, como vio mis lagrimones, me dijo que todavía no se los iba a llevar a su casa porque debía arreglarles un lugar y que los iba a tener allí en la casa que vigilaba y que yo y mi hermanito podíamos ir a visitarlos. Mi mamá dijo que ella nos acompañaría, todas las tardes, después de las tareas. Y así estamos haciéndolo, ellos han anidado en un tubo grande anaranjado.
Cielo tuvo tres crías, una tarde nos dijeron que se había muerto uno de sus hijitos. ¡A mi lado ninguno se moría! ¡Los hubiera arropado bien, no los dejaría allí, casi a la intemperie!
Dentro de dos meses acaban la construcción y don Teodoro se los llevará a su casa. Sus hijas que también van algunas tardes a verlos, se han hecho mis amigas y me han dicho que puedo seguir visitándolos y he aceptado. Les voy a enseñar cómo cuidarlos y alimentarlos. Mi mamá le ha sugerido a don Teodoro que también podrían venir a nuestra casa, algunas semanas y por supuesto traer a los conejitos. En esos planes estamos, luego les contaré lo que sigue, en una próxima oportunidad.

Jenifer Alejos Zapata
2do de Sec.

sábado, 16 de agosto de 2008

Almas en pena (Cuento)

Almas en pena


En la provincia de Sullana, la Perla del Chira, donde el canto del chilalo alegra las mañanas, el sol aparece con todo su esplendor y las aguas del río corren alegrando los días, ocurrió la siguiente historia.
-Ya vengan, la comida está lista- decía María llamando a sus tres hermosas hijas: Araceli, Luisa y Pilar.
Las niñas llegaban al comedor entre risas y juegos. La cena estaba riquísima, era cabrito con tamales, propio de la región, y las niñas no tardaron en comer todo lo servido. María, sin embargo, no probó bocado pues estaba preocupada por su esposo que aún no llegaba de la chacra y la lluvia aumentaba cada vez más.
-¿Dónde andará el Raúl?, ¡ya es hora de que se aparezca! ¿por qué no asomará las narices? –decía María mientras aguaitaba por la ventana la llegada del Raúl.
En ese momento, en medio del silencio, se escuchó el canto de la lechuza y la pobre María, víctima de sus miedos y supersticiones exclamó estremecida:
-¡Ay mi taitita! ¿A quién se querrá llevar esa lechuza panteonera?
Empezó a resondrarla, pues dicen que cuando alguien escucha el canto de una lechuza tiene que hacerlo para que no se lleve a nadie, es decir, que nadie de la familia, muera.
La pobre María, un poco más calmada, decidió sentarse en el petate tendido a un lado de la sala. Sin embargo, en ese momento, vio una sombra que entraban en su cuarto. Ya se imaginarán cómo se puso Maria. Se tornó pálida su cara y el corazón le latía fuerte, parecía que la noche de ese martes trece se había propuesto atemorizar a la ingenua Maria, pero ella armándose de valor se dirigió al cuarto a ver lo que pasaba y al ver que allí nadie había entrado, se arrodilló y con mucho temor empezó a rezar. La oración más o menos fue así:
- Señor de Chocán, taitita lindo, no sé si me estau portando mal contigo, pero por favor no me castigues así, tú sabes que soy bien miedosa, por favor Taitita acompáñame….y la oración seguía pero ya no entendí más, pues María de los nervios, empezó a tartamudear.
Ya eran las diez de la noche cuando recién apareció el Raúl, todo empapado y al ver a la María con cara de haber visto al mismísimo diablo, le preguntó:
-¿Qué tienes mujer, por qué estás así, tan asustada?
-Ay Raúl, no sabes lo que me ha pasau- le dijo María contándole lo que había ocurrido.
-Yo, mañana mismo, me voy donde mi compadre Mujica pa pedirle de favor que venga a la casa y me le eche agua bendita, pues pa mí que aquí hay algún enterrau.
-Oye María, tú estás mal de la cabeza, cómo se te ocurre que aquí hay un muerto enterrau.
-Bueno, aunque digas que estoy loca, yo mañana mismito me voy a ver a mi compadre.- dijo María dirigiéndose al cuarto.
Pero, ustedes no se imaginan lo que le sucedió al Raúl, mientras dormía. Sintió que alguien le jalaba la colcha y pensando que era María, volteó a verla. María dormía como un tronco, entonces el Raúl empezó a creer en lo que María le había dicho y lleno de miedo dijo:
-Mañana, yo mismo iré donde mi compadre Mujica. No le diré nada a María pa que no se asuste más.
Al amanecer, cuando María se levantó, Raúl ya no estaba, pero pensó ¡seguro se ha ido temprano a la chacra! y empezó a realizar sus quehaceres como de costumbre. Cuando terminó de hacerlo, escuchó que llamaban a la puerta y fue a ver quién era.
Su compadre Mujica, estaba ahí, en persona.
-Qué gusto verlo por aquí, compadrito, hace tiempos que no lo veo y justito hoy día quería ir a visitarlo -dijo María emocionada.
-Ay comadrita, es que decidí venir a darles una vuelta, porque siempre es bueno visitarse entre compadres, pa ayudarnos y pa charlar un poco, y además hace tiempazos que no nos veíamos ni las narices -decía el compadre Mujica tratando de explicar su extraña visita. Y es que en realidad su presencia no había sido más que el cumplimiento de don Mujica al pedido del Raúl:
- Dese un tiempito y límpieme la casa, le había dicho el Raúl.
María lo hizo sentar en las sillas tejidas de la salita y empezó a contarle lo que había ocurrido.
Don Mujica fingiendo asombro le dijo:
-Oye María qué cosas tan extrañas están pasando en tu casa .Pero cómo es Dios, justo se me ocurrió traer mi botellita de agua bendita, y bueno pues, ya que estoy aquí, aprovechemos pa bendecir tu casita, porque para mí que aquí hay algún finau que anda penando.
Y empezó a bendecir la casa, mientras oraba tres credos, tres padrenuestros y tres ave Marías.
María lo seguía reverente cuando, de repente, escucharon unas voces que provenían debajo de la cama, eran voces de niños.
El miedo, de nuevo, ganó a María y empezó a temblar.
- Cálmese, comadrita. Seguro son las ánimas que están saliendo de la casa. ¿No oye cómo dicen ¡gracias, gracias! porque ahora sí van a poder descansar en paz?
Pero la cosa empeoró, la cama empezó a temblar, ahora ya no era María la única miedosa, sino que el compadre Mujica, también empezó a tartamudear, de purito miedo.
Pero don Mujica se armó de valor y empezó a rezar más fuerte, invocando. a todos los santos. Pasados treinta minutos y todo empezó a volver a la normalidad, María trataba de tranquilizarse.
-María cálmate, ya pasó, lo único que falta es sacar al enterrau, para darle cristiana sepultura, para que nunca más vuelva a penar.
-Pero….¿cómo sabremos en qué lugar está?- preguntó María
-No te preocupes, el muerto está enterrau debajo de tu cama, pues ahí se ha manifestau. A más tardar mañana mismo, en la noche, lo sacamos, aprovechando que hay luna nueva. Hoy, no se puede.
-Ay compadrito, háganlo lo más pronto posible, porque si esto sigue así me vu a volver loca, compadre.
Cuando llegó Raúl, María corrió a contarle todo lo que había pasado.
-Si es necesario que saquemos al enterrau, yo mismo me ofrezco como ayudante de mi compadre.
A día siguiente María estaba muy preocupada por lo que sucedería en la noche, sin embargo la tranquilizaba el saber que después de darle la debida sepultura todo estaría mejor y ya nada la asustaría.
La noche había llegado, ya estaban en casa: el compadre Mujica, el sacristán del pueblo, Raúl, María y algunos vecinos que se habían ofrecido ayudar en el desentierro.
-Hermanos, no tengan miedo, esta alma necesita descansar en paz-decía el sacristán mientras los demás iban desenterrando con palanas.
Por fin hallaron el cuerpo, había sido de una mujer, que por las marcas en el cuello, había muerto ahorcada.
-Es Lourdes… sí, ya me acuerdo, cuando yo la encontraba en el mercau, siempre me decía, que sufría mucho con su marido y que estaba harta de su vida ¿la mataría él o ella se ahorcó? -dijo una vecina.
-Por eso, desapareció, sin dejar rastros -murmuraban los vecinos, que no salían de su asombro.
Al día siguiente, el sacristán bendijo el cuerpo con agua bendita y en la noche se hizo un rezo, por el alma.
-Quién se iba imaginar, que debajo de la cama había un enterrau, y que era la Lourdes-decía María, todavía impresionada.
Y enterraron el cuerpo en el cementerio del pueblo, y por fin el alma dejó de penar. La María y el Raúl hasta ahora le ponen flores todos los domingos.

Esther Eunice Távara Cornejo
3º de Sec.

jueves, 7 de agosto de 2008

miércoles, 6 de agosto de 2008

jueves, 31 de julio de 2008

Relatos breves

¿Dónde estás Boris?
Mi perrito Boris era muy gracioso. Era un perrito feliz, de orejas zambas y largas, tenía los ojos marrones, su pelo marrón claro y una colita corta.
Por mi casa siempre pasa un borrachito y Boris salía a ladrarlo, el hombrecito le decía palabras feas y Boris más lo ladraba.
Un día por la tarde, vino un señor a ver a mi papá, entonces Boris se salió porque así lo hacía cad vez que abríaamos la puerta. ËL salía hasta la esquina y regresaba pero ese día justo se encuentra con el borrachín, se asustó y se fue corriendo, sin rumbo.
Al ver que no regresaba, mi papá salió a buscarlo en la moto pero no lo encontró. Nunca más vólvió, eso fue en marzo pero yo hasta ahora lo espero.¡Te quiero muchíiiisimo Boris! ¿Dónde estás?
Danela Masiel Maza Sandoval

Hoy llovió
¡LLueve! Esta mañana al levantarme escuché caer gotas de agua sobre el techo de mi casa.
Las calles del barrio amanecieron con charcos de agua y las plantas más verdecitas que nunca.
Llego al colegio y veo cómo la lluvia ha llenado las veredas de las aulas en sus partes más bajas.Los profesores caminan de puntillas, los techos gotean. Árboles y palmeras están como si les hubieran sacado lustre. Todo está húmedo y hay un ambiente de fiesta en los patios. Quisiera saltar con un amplio vestido sobre los charcos de agua y correr, correr hasta cansarme.
Angélica María Quintana Reyes

Para mamá




Cuando llega la hermosura
Cuando llega la hermosura de tu rostro
y se muestra en el paisaje,
la alegría se hace grande.
Cuando tu manto de rosas despliegas,
el amor y la ternura se acercan
y de tus lágrimas sagradas

crecen rosas con espinas
que a veces lastiman tu vida
y la mía.
Lizinka Zapata Briceño




Madrestrella

Va pasando
y en mí quedándose
ella es la madremía
mi madreentrega
la madreamor
mi madrestrella
la madreilusión
madreternura
madreúnica
¡mi corazón!
Hazel Castañeda Morán

Incomparable
Si yo intentara describir tu amor
agotaría la tinta de los lapiceros
y cientos de hojas acabaría
porque tu amor es único,
incomparable.
Esther Távara Cornejo

Madre
Como húmeda brisa perfumas mi vida.
Cada palabra tuya
vibra y palpita
en el fondo de mi alma.
Kennya Cubas Ruiz

Vestida de flores
Tu voz de aliento
es perfume que me alivia de las preocupaciones
por eso hoy te espero
con vestido de flores.

Nathaly Córdova Rentería


Mi hogar
Como nido de pájaros eres,

dulce espacio,
abrigo
en los días de tormenta,

el mejor amigo cuando estoy triste.
Tú eres el camino de mis primeros pasos y a ti dedico estos versos
porque eres mi palacio,
el calor
y la alegría
de mi vida.

Rosario Marchán Quispe


¿Para qué?
No sé cómo
ni cuándo fue

que me di cuenta de tu ausencia.
Lo que sé
es que
no estabas aquí.

Nunca lloré ni sufrí por ti,
no te extrañé ¿o sí?

Junto a mi madre
reí y crecí casi feliz.
Cómo saber quién eres.
Cómo tener un recuerdo tuyo.
Cómo esperarte si nunca viniste. Cómo decirte papá si nunca te tuve.
Cömo quererte, dime.
Hubiera querido pedirte: cambia

pero realmente, no sé para qué.
Paola Mauricio Tineo

martes, 8 de julio de 2008

Poesía breve


Madre: en mi vida
tú, lo abarcas todo.
Tú eres pieza de plaza
que completa el
rompecabezas
de mi ser.
Cada sonrisa
tuya
es un lucero más
en el firmamento
de mis alegrías.
Cada caricia tuya es
un nuevo pececillo
en el cardumen
de mis fortalezas.
Cada beso tuyo
es un pétalo especial
en la corola de
mis sentimientos.
Madre tú eres
mi flor,
mi luz,
mi mundo.
Grecia Garrido Reto
2007

Quédate a mi lado


Quisiera ser paloma
para viajar
por donde tú vas.
Quisiera ser estrella
para divisarte y
alumbrar tu camino
con paz.
Recuerdo mi niñez
y ahí tú siempre estás,
¿ese es el mundo
del nunca jamás?
Escucha mi ruego
querido papá:
¡Quédate a mi lado,
no te alejes más!
Angie Vargas

Me contaron
Me contaron
que el amor
es algo bello,
un dulce regalo
que recibe el alma,
más que una amistad,
más que una caricia.
Me contaron
que el amor es dulce,
es un día de verano,
soleado, hermoso,
interminable.
Samantha Calvo Urbina