En Caleruega (Burgos),
el siglo doce vio tu
aparición.
fuiste de Dios,
celestial semilla,
un dechado de humana
abnegación...
Naciste en cuna noble,
con fortuna,
tu familia fue luz
espiritual,
aprendiste a ser
justo, a ser leal,
ayudaste en el tiempo
de la hambruna
ofrendándote esclavo
universal
y luchaste en el mundo
contra el mal.
Tu día era trabajo,
apostolado,
tu noche era vigilia y
oración.
tu alimento, frugal
y
tu ilusión servir a los deseos
del Amado.
Alcanzaste la meta en
tu andadura
y dejaste la huella de
tu ciencia,
tu amor a los
pobres,
tu paciencia,
tus milagros.
Tu vuelo
abrió la altura:
Los dominicos son tu
rica herencia
y en la Orden
permanece tu presencia.
De Enma Margarita Valdés.
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