Algo importante ha ocurrido en esta víspera de Pentecostés: "el profeta" salvadoreño Óscar Arnulfo Romero y Galdámez , el obispo que "cargó sobre sus hombros con todo el dolor de los pobres" ha sido beatificado.
Los medios informaron así:
"Treinta y cinco años después de que una bala del calibre 22 disparada por un francotirador de los escuadrones de la muerte reventara el corazón de Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, mientras celebraba el Evangelio en la capilla del hospital la Divina Providencia, la iglesia católica accedió ayer a convertirlo en nuevo beato, escala previa a la de santo, para la que se requieren milagros, que ya se están rastreando."
Ejecuciones sumarias, secuestros, desapariciones y torturas eran moneda corriente en El Salvador de fines de los años 70. Durante sus tres años como Arzobispo, Romero pidió insistentemente el
fin de esa violencia y defendió el derecho de los más pobres de El
Salvador de organizarse para pedir cambio. Eso lo hizo un enemigo
de la oligarquía que controlaba el país en ese entonces, y también lo
enfrentó con partes de su propia Iglesia Católica.
"El Arzobispo
Romero era la persona más amada y más odiada de este país" recuerda Ricardo
Urioste, asistente personal de Romero, a BBC Mundo. "Y como
Jesús, fue crucificado".
Su muerte y los violentos choques durante su funeral en la plaza
principal de San Salvador despertaron el repudio de la comunidad
internacional y avergonzaron al gobierno de Estados Unidos, que en ese
momento era visto como un aliado del gobierno de derecha salvadoreño.
Hoy, el mundo católico, celebra la beatificación de este hombre bueno y sencillo que se puso al lado de los más pobres y por esa causa fue asesinado. ¡Monseñor Romero, vive por siempre, en el corazón de su pueblo!
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