lunes, 2 de septiembre de 2013

Unas madres magníficas y un libro por leer.

"Para que no me olvides" es el título de un libro testimonial, recientemente presentado en Madrid, en agosto, en el barrio madrileño de Entrevías, en Vallecas. Y este libro contiene una muestra de lo que han sido casi 30 años de lucha del Colectivo de Madres contra las drogas.
Para que no me olvides es el grito de cientos de madres, contra lo que nunca tendría que haber sucedido; un homenaje a la cantidad de jóvenes  a quienes las drogas, robaron la vida.
Gran parte de la generación de principios de los sesenta fue aniquilada al permitirse, o incluso incentivarse, que la heroína llegara a los barrios más pobres de las ciudades españolas.  Con el alma rota las Madres de este colectivo se propusieron, con firmeza, denunciar la indiferencia de unas autoridades y la complicidad de otras.


De ellas dice Almudena Gandes “De la fregona a la pancarta”. Así resumen su historia. Al principio eran unas pobres mujeres, ignorantes, incultas, abocadas a la monotonía del trabajo doméstico, guisar, lavar, planchar, limpiar y sacar a sus hijos adelante. 
Sus hijos eran buenos chicos, más o menos revoltosos, esta buena estudiante, ese regular, aquel muy rebelde, pero ninguno malo. Hasta que un día les cambió el carácter. Se volvieron extraños, huraños, violentos, empezaron a adelgazar, a desesperarse, a quitarles dinero… Se habían enganchado a la heroína,  
El sida remató la faena de neutralizar la combatividad de una generación de jóvenes que murieron antes de llegar a la madurez. Aquello fue un genocidio, dicen sus madres. Es difícil llevarles la contraria, porque ahora sí saben de lo que hablan. Muchas perdieron un hijo, muchas dos, algunas tres, cuatro, y una hasta seis, todos los que tenía, en aquella batalla. Porque esto es la guerra, explican ellas, que llevan más de treinta años luchando con garras y dientes en un combate desigual, injusto como ninguno. Sus hijos las movieron, las siguen moviendo. Por ellos, por ellas, empezaron a estudiar, a investigar, a organizarse. Desde entonces, no han parado.
Después de enterrarlos, ya no tienen nada que perder. Las Madres Unidas contra la Droga de Entrevías convocaron una infinidad de manifestaciones en las que recorrían las calles de su barrio deteniéndose en los portales de los camellos. Aquí, aquí, aquí se vende droga, gritaban, pero no pasó nada. Hicieron una lista con todos los puntos de venta de droga de Vallecas y la entregaron en el Congreso de los Diputados, pero no pasó nada. Hicieron encierros, acampadas, huelgas de hambre, comunicados, conciertos, jornadas de lucha, y difundieron, redifundieron y volvieron a difundir el conocimiento que habían pagado con la sangre de sus hijos, pero no pasó nada. O sí. Pasó que la policía, esa misma que nunca hizo nada, las clasificó entre los grupos violentos, radicales, peligrosos.
Guapas, magníficas, generosas, valientes, sabias, compasivas, jovencísimas siempre, las Madres son de lo mejor que existe en esta ciudad, en este país. Para comprobarlo, basta con leer el libro en el que repasan más de treinta años de lucha y de esperanza. Se titula Para que no me olvides, como una vieja canción de amor." 

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