"Éramos distintos cuando teníamos miedo. Cuando la rutina estaba hecha de
impredecibles apagones, estallidos nocturnos y perros colgados. Cuando
los amigos se iban del Perú, no para hacer una maestría en Estados
Unidos, sino para inventarse un porvenir en cualquier parte. Cuando el
futuro tenía la forma arqueada de un signo de interrogación...
Cuando las bombas empezaron a explotar cerca, nos tocó domesticar la costumbre del espanto.
Por eso, porque fuimos parte de esa generación, tenemos que asumir
responsabilidades ahora que el terrorismo vuelve a meter miedo. Más que
ahondar en la culpa de la clase política o militar, exploremos la
nuestra. Porque en 1992, con la captura de Abimael, también nosotros
creímos que, aislado el agente portador del virus, el organismo del
Estado se encontraba a salvo de la epidemia. ¿Cuánto hicimos desde
entonces? ¿Acaso discutimos en la casa, el colegio, la facultad o el
trabajo acerca del horrendo pasado reciente? (“No, para qué, si de lo
feo no se habla”)."
Renato Cisneros, columnista de "La República"
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