jueves, 25 de septiembre de 2008

sábado, 6 de septiembre de 2008

martes, 2 de septiembre de 2008

Poema : ¡Gracias, Perú!


¡Gracias, Perú!




















¡Perú!

¡Cuánta hermosura
hay en tu alma contenida!
Eres
el canto de las aves,
el sonido de los ríos
que jubilosos y bravíos corren,
el aroma esparcido por multitud
de flores.
Eres el blanco resplandeciente
de tus nevados
y el verde intenso de tus bosques.

Por ti vivo,
en tu manto me refugio
y de tu vientre generoso
me alimento,
me nutro y fortalezco.
Me envuelvo en tu grandeza,
en tu silencio,
en tu vitalidad
y en tu fuerza

Llevaré en alto tu nombre
donde quiera que vaya.
En mi mente estás grabado
y en mi corazón bicolor
sólo hay admiración,
esperanza,
y amor
para ti, patria querida,
amada nación,
¡Gracias, Perú!

Ester Távara Cornejo.
3º de Sec.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Cuento: "Los sueños de Magnolia"

Los sueños de Magnolia

Entre cántaros de chicha y exquisitos platos de ceviche de peje blanco y caballa vivía Magnolia. Era huérfana de padre y madre, no tenía hermanas ni hermanos. No valía la pena recordar aquella triste y trágica noche en que sus padres la dejaron sola en este mundo, pensaba Magnolia. Ya no importaba, ella sola se valdría de sus propias fuerzas para salir adelante, a pesar de los diarios maltratos de su terrible tía. Bueno la tía era insufrible pero muy buena cocinera y de ella había aprendido todos los secretos para que el cebiche y las jaleas de pescado queden en su punto. Además de heredera de la rica sazón de su tía, Magnolia era buena moza a tal punto que atraía la mirada de todos los jóvenes jibitenses.
-Vamos, donde la Magnolia a comer un cebichito, tiene unas manos especiales para prepararlo.
-Ya vienes con esas cosas de que la Magnolia cocina rico ¿no será por ir a verla? Por cierto, está buena la muchacha.
- Y está solita, no tiene a nadie a su lado para que le haga compañía.
Al llegar a la cevicheria los chicos admiraban a una Magnolia agraciada y buenamoza que además los atendía con una gran sonrisa.
- Hola Magnolia, cierto que todavía no encuentras novio.
-Ya pues Magnolia no nos hagas sufrir más, escoge y acaba con este sufrimiento.
El rostro de Magnolia se ensombrecía, pero disimulaba su pena, porque ella no aspiraba en esos momentos a tener novio. Se había matriculado en la vespertina y mientras tostaba el maíz serrano y escogía las zarandajas recordaba la clase anterior.
-Diosito, qué mundo tan hermoso el de los libros, si pudiera estudiar sin tantos sustos qué feliz sería- se decía a sí misma.
Lo del colegio fue gracias a Blanca. Justo, el día de su cumpleaños, entró a la picantería una chiquilla con un tupido mechón que casi cubría sus ojos, miraba extrañamente la sala y parecía gozar del olor que salía de la cocina.
- ¿Tú, trabajas aquí?-le preguntó.
Y Magnolia, algo sorprendida dijo:
- Sí, desde hace tiempo, ¿cómo te llamas? Yo no te he visto antes por aquí.
- Me llamo Blanca y sé lo que es trabajar en una cebichería. Desde los 8 años ya trabajaba en una para ayudar a mi abuelita, por eso extraño mis cebichitos y he venido a comerme uno.
- Ahorita te traigo uno para que te chupes los dedos ¿por qué mejor no te acomodas mientras yo lo preparo?
Y así fue cómo las dos se hicieron amigas. Después, Magnolia se enteró de que la patrona de Blanca era maestra y la había matriculado en la vespertina.
-Pero yo no quiero ir. Me da vergüenza, que no sé nada y tan viejota que estoy y recién voy a aprender- le había dicho
-¡Cómo pudiera yo estudiar!- dijo suspirando, Magnolia.
- ¿Y por qué no has de hacerlo? Si quieres yo te acompaño. Mañana vengo a eso de las seis.
Y así fue como lo decidió. Cuando se lo dijo a su tía, pegó el grito al cielo.
- Cojudeces, pa´ qué te va a servir el estudio, eso no da de comer, pero allá tú, lo único que ¡no me descuidas el negocio! ¿me oíste?
Un día la encontró concentrada en una lectura y de un solo manotazo hizo volar el libro de sus manos.
- ¡Ociosidades! Leendo como señorita y justito cuando nos ha salido competencia.
La competencia era doña Cándida Rodríguez una mujer grosera. A Magnolia le causaba miedo por las miradas terribles que le dirigía. Había contratado a cuatro mocitas loretanas, muy atractivas, decían que eran de la selva.
La tía se ponía rabiosa cuando le mencionaban a doña Cándida y exclamaba:
- Ella cree que porque sus mozas tienen bonita cara me va a ganar la clientela ¡ja! A mí nadie me gana haciendo jaleas y cebiche.
Y así fueron trascurriendo los días, entre platos y tareas escolares hechas a escondidas.
Un día se rompió la normalidad. Su primo, el joven hijo de la tía, había llegado con unas copas de más y al ver que Magnolia estaba cocinando, dándose cuenta que su madre no estaba, trató de tocarla; pero de golpe Magnolia se acordó de las palabras que su tía siempre le decía:
- Cuídate de los clientes, unos son unos mañosos, confianzudos y si alguien te quiere faltar el respeto aséstale un golpe con lo que sea, nua de faltar un palo o un ladrío.
Así que con la gruesa cuchara de palo con que movía el arroz, lo golpeó fuertemente, una y otra vez .Tan asustada estaba la pobre que salió corriendo mientras su primo se retorcía de dolor.
La tía no la supo entender, se puso de lado del hijo y ese fue motivo para despedirla definitivamente de la casa.
Ahora trabaja en una casa, cerca de donde Blanca. Ella le consiguió el trabajo y les dijo a los señores que buscaban una cocinera:
-Tengo una amiga que cocina riquísimo, pero eso sí, quiere que la dejen estudiar.
Magnolia lleva ya diez meses con esta familia. Va a la escuela vespertina y sueña con ir a una escuela técnica y tener, algún día, un negocio de comida criolla, en sociedad con Blanca y otras amigas de la vespertina.

Iris Palacios Carbajal
1º de Sec.