Mírame desde el fondo de la tierra, /labrador, tejedor, pastor callado,
domador de guanacos tutelares, /albañil del andamio desafiado
aguador de las lágrimas andinas/ joyero de los dedos machacados
agricultor temblando en la semilla/alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida / vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado, /porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano.
Señaladme la piedra en que caísteis /y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales, /las viejas lámparas, los látigos pegados a través de los siglos en las llagas/ y las hachas de brillo ensangrentado./ Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos/ los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,/ eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,/ ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos, /como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,/ edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca./ Hablad por mis palabras y mi sangre.
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